IV Domingo de Cuaresma

Marzo 11 de 2018

Lecturas del día

Primera Lectura: 2 Crónicas 36, 14-16. 19-23

Salmo responsorial: - Salmo 136, 1-2. 3. 4. 5. 6 (R.: 6a)

Segunda Lectura: Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 4-10

Evangelio según san Juan 3, 14-21

Reflexión

La Palabra de Dios nos ha venido acompañando a lo largo de estos días de cuaresma con el objeto de ablandar nuestro corazón, para que este haga un esfuerzo por convertirse a Él. Hoy nos encontramos con una realidad que no es ajena a ninguno de nosotros, pues creo que en algún momento de nuestra vida le hemos fallado a Dios, no hemos sido lo suficientemente fieles, además hasta nos hemos creado “dioses” personales que creemos están a nuestra medida.

La Palabra de Dios nos hace ver a un Dios que es misericordioso, al que no le bastó enviar profetas para denunciar el pecado del pueblo, sino que es el mismo Cristo que recoge el sentimiento de todos los profetas y más que ellos Él mismo se ofreció como sacrificio para darnos su amor y con Él la salvación.

No podemos dejar pasar de largo el dato que nos trae el apóstol san Pablo al resaltar la GRACIA, no solamente como un mero sentimiento, sino como una realidad que se hace presente y tangible en la Persona de Jesús. No son simplemente las obras buenas que nosotros hagamos lo que nos permite el Cielo, es la Gracia que se nos regala y que nos asegura la salvación, después de que nosotros reconocemos un sólo Dios.

Ya cercana la Semana Mayor, debemos pensar en la Cruz de Cristo, pensar qué sentido tiene para nosotros, recordemos que ella tiene más poder que aquella serpiente de oro que miraban los israelitas y quedaban sanos, pero no es simplemente mirarla, debemos mirarla con fe, con espíritu de gratitud al Padre que no se reservó a su Único Hijo y precisamente lo dio en el altar de la Cruz.

Los invito a vivir estos últimos días de Cuaresma sin olvidar el gran regalo de misericordia que hemos recibido de Dios, es hora que nos anclemos en la fidelidad al Padre revelado en Jesucristo, seguro que este plan lo podemos llevar a cabo si permitimos que el Espíritu Santo haga su obra en cada uno.