III Domingo del Tiempo Ordinario - Domingo de la Palabra de Dios
Enero 26 de 2020
Primera Lectura: Libro del Profeta Isaías 8,23b–9,3 Salmo responsorial: Sal 26,1.4.13-14 Segunda Lectura: Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,10-13.17 Santo Evangelio según San Mateo 4,12-23
Reflexión
"El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande"
Las tinieblas casi siempre son un motivo para generar miedos, incertidumbres, o en peor de los casos se convierten en cómplices para obrar el mal; así también, hablar de tinieblas en la Biblia nos remite a la situación de pecado, por eso es que hoy leemos en el profeta Isaías, y luego el mismo texto del Evangelio que se proclama en la celebración de este día, retoma la expresión dirigida a la los pueblos de Neftalí y Zabulón, que de hecho la podemos aplicar a los pueblos de hoy, en los cuales vivimos cada uno de nosotros.
Para salir de las tinieblas es necesario iniciar un proceso de conversión y de cambio de actitudes, todas dirigidas a establecer una relación de amor con Dios y con los hombres. No podemos establecer una relación de amor con los demás si no hay una conciencia de conversión y de cambio que nos introduzcan en un ambiente de luz y de claridad que permita a cada uno vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios.
Resulta interesante que en este tema de buscar la luz aparezca también el llamado de los primeros apóstoles. Resulta que Jesús el enviado del Padre quiere hacernos partícipes de su misión y por eso llama a hombres de en medio del pueblo no solo para que reciban una formación especial sino también para que ellos sirvan de testigos de que es posible alcanzar una profunda conversión del corazón y caminar en medio de la Luz que es el mismo Cristo.
Encontramos también que no podemos hablar de unidad en la comunidad primero si está presente la tiniebla, no se puede hablar de unidad cuando la fe se profesa a una persona que no es Dios, como se lo recuerda Pablo a los corintios. Los apóstoles serán puestos por el Señor como signos de la unidad y esa unidad se da y se encuentra en Cristo.
Lección de vida desde esta Palabra Divina:
Llamados a la conversión, esto es, salir de la tiniebla para vivir en la luz que es la gracia y la amistad con Dios.
Una autentica conversión vivida desde la Luz de Dios se perfecciona en la unidad, en la vida fraterna.
Cuando caminamos en la verdad, en la honestidad y en la responsabilidad desde Dios podemos decir con el salmista:
“El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?” Sal 26,1
A modo de apéndice:
El Papa Francisco ha instaurado este domingo -es decir, el III Domingo del Tiempo Ordinario- como el Domingo de la Palabra de Dios, con el objeto de que descubramos la Palabra de Dios como una fuente inagotable de revelación de Dios. Ella nos abre el entendimiento, así lo deja ver el Papa en su Motu Proprio APERUIT ILLIS con la que se instituye el DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS.
A propósito nos dice en el No.1:
«Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras» (Lc 24,45). Es uno de los últimos gestos realizados por el Señor resucitado, antes de su Ascensión. Se les aparece a los discípulos mientras están reunidos, parte el pan con ellos y abre sus mentes para comprender la Sagrada Escritura. A aquellos hombres asustados y decepcionados les revela el sentido del Misterio Pascual: que según el plan eterno del Padre, Jesús tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos para conceder la conversión y el perdón de los pecados (cf. Lc 24,26.46-47); y promete el Espíritu Santo que les dará la fuerza para ser testigos de este Misterio de Salvación (cf. Lc 24,49).
Y en el No.3 encontramos:
Así pues, establezco que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios se colocará en un momento oportuno de ese periodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos. No se trata de una mera coincidencia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad.
Las comunidades encontrarán el modo de vivir este Domingo como un día solemne. En cualquier caso, será importante que en la celebración Eucarística se entronice el Texto Sagrado, a fin de hacer evidente a la asamblea el valor normativo que tiene la Palabra de Dios. En este domingo, de manera especial, será útil destacar su proclamación y adaptar la homilía para poner de relieve el servicio que se hace a la Palabra del Señor. En este domingo, los obispos podrán celebrar el rito del Lectorado o confiar un ministerio similar para recordar la importancia de la proclamación de la Palabra de Dios en la liturgia. En efecto, es fundamental que no falte ningún esfuerzo para que algunos fieles se preparen con una formación adecuada a ser verdaderos anunciadores de la Palabra, como sucede de manera ya habitual para los acólitos o los ministros extraordinarios de la Comunión. Asimismo, los párrocos podrán encontrar el modo de entregar la Biblia, o uno de sus libros, a toda la asamblea, para resaltar la importancia de seguir en la vida diaria la lectura, la profundización y la oración con la Sagrada Escritura, con una particular consideración a la lectio divina.
Lo invito querido lector a que descubramos desde este Domingo la importancia de la Palabra de Dios como aquella que fundamenta toda nuestra vida.
Bendiciones!
Para vivir adecuadamente el Domingo dedicado a la Palabra de Dios, propongo que nos acerquemos a ella con mucho amor a través de lo que conocemos en la Iglesia como LA LECTIO DIVINA. Comparto con ustedes este escrito para que conozcan la manera adecuada de realizar este tipo de reflexión con la Sagrada Escritura.