II Domingo de Cuaresma

Marzo 8 de 2020

Lecturas del día

Primera Lectura: Libro del Génesis 12,1-4 Salmo responsorial: Salmo 33,4-5, 18-20, 22 Segunda Lectura: II Timoteo 1,8-10 Santo Evangelio según San Mateo 17,1-9

Reflexión

QUE BIEN ES ESTARNOS AQUÍ

Vamos de salida como dice el Papa Francisco, así es nuestra vida, siempre estamos caminando hacia un destino que está descrito a lo largo de la Sagrada Escritura, primero lo conocemos como la tierra prometida, es la invitación que hace el Señor a Abrahán (Abram), más adelante en el evangelio entendemos que esta tierra es el mismo Reino de Dios o el cielo, que en definitiva es la salvación y en el Apocalipsis el apóstol san Juan lo llama cielo nuevo y tierra nueva (cf 21,21).

Nosotros caminamos hacia la salvación donde descubriremos la plenitud de la existencia, y así como Pedro nos vamos a querer quedar allí. Para alcanzar este cielo, esta tierra nueva y novedosa debemos asumir comportamientos como el de Abrahán que deja todo, también muestra una total obediencia (cf Gn 12,1-4) y confianza en Dios, quien lo llama para hablarnos proféticamente a través de él, diciéndonos a cada uno que hay que dejarlo todo, que hay que obedecer sin condiciones ni reparos, se trata solo de OBEDECER a Dios aceptando sus designios.

Si queremos llegar a Dios y compartir con Él como lo hicieron los tres apóstoles en la experiencia de la transfiguración de Jesús nos queda como alternativa escuchar a Dios, escucharlo es obrar a conciencia, ceñidos a los mandamientos, asumiendo la cruz y vivir la vida aún en medio de las alegrías como un camino de calvario, es que nos parece que cuando estamos bien y todo nos resulta hay que excluir el camino de la cruz, no, porque entonces perdemos el punto de referencia que es Jesús.

La experiencia de la transfiguración vivida por Jesús y teniendo como testigos a Pedro, Santiago y Juan, nos debe llevar a trascender la vida, a dejarnos llevar de la experiencia de una vida nueva que está en Cristo glorificado, por eso se hace necesario andar ligeros de equipaje como decía uno de nuestros sacerdotes cuando viajaba al continente africano a hacer misión (donde finalmente murió). Nuestra vida cristiana está llamada a estar en una continua transfiguración, es decir en una búsqueda constante de identificación con Jesús, en su manera de ser, de vivir la pasión, de asumir nuestra cruz, morir en ella para también resucitar con Él.

El auténtico cristiano, el verdadero discípulo de Jesús, aquel que tiene conciencia de su pertenencia a la Iglesia, aquel que camina tratado de ser testimonio ante los demás, tendrá una razón muy fuerte salir al mundo sin miedos, sin temores porque está convencido de lo que afirma el salmista:

“Pues recta es la palabra de Yahveh, toda su obra fundada en la verdad”

Sal 33, 4