III Domingo de Cuaresma
Marzo 15 de 2020
Primera Lectura: Libro del Éxodo 17:3-7 Salmo responsorial: Salmo 94,1-2, 6-9 Segunda Lectura: Carta a los Romanos 5,1-2, 5-8 Santo Evangelio según San Juan 4,5-42
Reflexión
NECESIDAD DEL AGUA O DE DIOS
El hombre es desde siempre sujeto de necesidades y por tanto tiene la tarea de buscar soluciones, entre sus necesidades principales está calmar la sed y esta cesa con el agua como elemento fundamental. Así lo sintió el pueblo de Israel cuando caminaba tras salir de Egipto (cf Ex 17,3); la samaritana por su parte acude al pozo de Jacob también en busca de agua para suplir necesidades tanto de los hombres como de losanimales (cf Jn 4,7). De todos modos el hombre hace todo lo que esté a su alcance para saciar su sed, hasta llega a pensar mal de Dios, así se lo expresaba el pueblo israelita a Moisés cuando le reclamaba por la falta de agua.
El mundo de hoy se va enfrentando paulatinamente a la escasez de este líquido que es necesario a todo ser vivo. Hoy nos encontramos en la palabra este caso, pero Dios quiere ir más allá de la sed física y nos está invitando a que tengamos sed de Él, es que a veces (muchas veces) vivimos tan sumidos en las necesidades materiales que nos olvidamos de aquellas espirituales que tienen que ver con el alma, es decir, con la relación del hombre con Dios. La Samaritana es un caso patético de la realidad que acabo de enunciar, pero la realidad es que Jesús con su esencia de Maestro y de catequista ve entrando en el corazón de la mujer y le va haciendo una revelación que ella acoge después de un diálogo respetuoso y amable, Jesús se revela sutilmente y ella comprende el mensaje, tanto que corre a sus coterráneos a contarle lo que ha encontrado, en efecto ha encontrado al Mesías.
La Samaritana se puede sentir privilegiada, podemos decir que ella ha por anticipado ha a experimentado la gracia de la cual nos habla el apóstol Pablo: “Y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.” (Rm 5,5)
Nosotros que hemos recibido el bautismo hemos “bebido” de aquella fuente de donde brota vida, vida en el Espíritu, pero la realidad es que vivimos como si esta fuente de virtudes y de gracia no estuviera surtiendo toda clase de bendiciones, nos dejamos desesperar por situaciones meramente humanas o materiales y no nos preocupamos ni nos dedicamos a calmar aquella sed que nos permite abrir nuestro corazón con alegría y con sentido de solidaridad a los demás.
Cuando se encuentra la Fuente verdadera la sed física pasa a un segundo plano y se despierta aquel sentido solidario con los demás, la Samaritana comparte su experiencia (kerigma) que tuvo con Jesús, ella se convierte en la mujer que anuncia a Cristo y lo llama Mesías, es decir el Enviado que calma nuestra sed y por tanto nos da la salvación.
La invitación de hoy es a que cada uno asuma como propia la actitud de la mujer samaritana, que no nos guardemos la experiencia que tengamos con Jesús, ya sea en la Eucaristía, en la oración, en las obras de misericordia en el encuentro con los demás, etc.
En definitiva nosotros debemos tener sed de Dios, porque Él calma toda clase de sed que tengamos dado que Él es bondad, bendición, entrega, consuelo, fortaleza, Él es Amor, con Él tenemos asegurada el agua que clama nuestra sed y refresca nuestros labios. Hoy nosotros debemos acatar las palabras del salmista que nos dice:
“No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá,
como el día de Massá en el desierto”
Sal 94, 5