Solemne Triduo Pascual
Marzo 29 de 2018
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Cuarenta días desde el Miércoles de Ceniza hasta la tarde del Jueves Santo (antes de la Cena del Señor), nos han servido a los cristianos-católicos para prepararnos para este TRIDUO PASCUAL, que termina con la celebración grandiosa de la VIGILIA PASCUAL.
Pero ¿qué es en realidad este Triduo?, es una manera sintética de celebrar la PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN de Cristo, digo sintética porque cada momento de la vida del Señor podría exigirnos a cada uno dedicar días para profundizar en ellos.
Pero ¿qué aspectos celebramos en definitiva?
El Jueves Santo es un día de un significado trascendente si tenemos en cuenta que hacemos la CONMEMORACIÓN de la institución de la Eucaristía, sacramento por el cual y para el cual vive la Iglesia, es decir, la Eucaristía es la “Fuente” de toda la vida de la gracia para los bautizados, se trata de una presencia real y viva de Jesús que no cesa en seguirse entregando para la salvación de los hombres; debemos recordar que la institución de la Eucaristía es un acto libre y voluntario de Jesús antes de hacer el camino de la Cruz (cf Lc 22,19; 1 Corintios 11,24), en ese mismo momento instituye el sacramento del Orden Sacerdotal, sacramento que se vuelve inseparable del sacramento eucarístico, no puede haber Eucaristía si no hay sacerdote, por esta razón, entendemos más claramente el por qué Jesucristo es Sumo Sacerdote (cf. Hb 4,14), es decir, primero es el sacerdocio y luego es la Eucaristía, si tenemos en cuenta que Jesús es Sacerdote Eterno según el rito de Melquisedec (cf. Hb 7,17).
Hoy también podemos entender que tanto el sacerdocio como la Eucaristía son dos formas de darse, de donarse, no sólo como un servicio sino de una verdadera entrega, se trata de entender la Eucaristía como el verdadero cuerpo del Señor, es entender a Cristo como el que sirve, es entender a Cristo como el que congrega y sienta en su mesa a todos, para que todos se sacien y se alimenten del mismo Pan y de la misma Sangre; pan que devuelve y prepara las fuerzas contra las asechanzas del enemigo, una sangre que limpia, purifica (cf Ap 22,14) y en ella y por ella encontramos identidad con Cristo, es un sumergimos o mejor dejarnos sumergir en la vida de Cristo.
Con lo que hemos dicho hasta ahora, podemos concluir que todo ello es una obra del amor de Dios, por eso el Jueves Santo es el aggiornamento* del mandato del Amor (cf 13,34). Es un día en que podemos llamar el DIA DEL AMOR de Dios a los hombres.
El sacerdocio y la Eucaristía son dos actos que se convierten en uno solo en cuanto que Cristo es al mismo tiempo Victima y Altar, sacrificio y redención.
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El Viernes Santo es un día de profunda entrega de Cristo a los hombres por la misma redención del hombre; Jesús como siervo de Yahvé (cf. Is 52-53) llega a culminar la obra encargada por el Padre de entregar su vida para que nosotros la tuviéramos en abundancia.
Hoy la Iglesia resalta el significado trascendente de la Cruz, como un signo en que todos por la fe encontramos la redención (cf. Juan 12,32). Se trata de que dirijamos nuestra mirada animada por la fe a la Cruz, allí encontramos como el Sacerdote del Jueves Santo se ha entregado totalmente por un amor incondicional al género humano. Podríamos decir que el Viernes Santo nos muestra una Cruz con carácter sacramental, es decir, la Cruz es nuestra salvación. Cuando en la liturgia de las tres de la tarde (hora mandada por la Iglesia) hacemos la procesión con la Cruz el ministro canta tres veces: “Mirad el Árbol de la Cruz donde estuvo clavada la Salvación del mundo”, a lo que el pueblo responde con fe: “Venid adoremos”. ¿Quién es esa salvación sino el mismo Cristo?
La Cruz es el elemento que hoy se resalta y por supuesto está la muerte de Jesús, que es absolutamente redentora, por tanto la Cruz no puede ser para nosotros un mero signo que se lleva colgado en el pecho, no es un dije, es mucho más, es el verdadero signo de nuestra salvación.
La muerte de Cristo, que celebramos este día ha de ser para cada uno una llamada de atención por parte de Dios: ¿A qué estoy dispuesto a morir por alcanzar el Reino de Dios? ¿Estoy apegado a qué y por qué? Cristo no se apegó a nada, solo tenía la mirada fija en su Padre Dios y en los hombres a quien quería comunicar vida con su propia muerte.
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El Sábado Santo es un día culminante y al mismo tiempo un día que le da inicio a una nueva creación (cf. Ap 21,5), se trata del sello que le da todo el toque de pasar del hombre viejo al hombre nuevo, de la muerte a la vida.
Hoy es el día de la Luz, las tinieblas se han desaparecido, todo brilla en Cristo, la Palabra toma un nuevo impulso cuando la liturgia nos pasa por los episodios más relevantes de la historia de nuestra salvación, la liturgia bautismal nos hace recordar que en verdad somos hijos de Dios y miembros de la Iglesia y la Eucaristía pone el toque de elevación, de comunión y participación en la vida entera de Cristo.
El Sábado Santo, sábado de Gloria la Iglesia canta alborozada el ALLELUIA como signo de la inmensa alegría que la embarga por el triunfo de Jesús sobre la muerte, y en vez de decir muchas palabras que quizás no encuentran enlace, pronuncia el alleluia que expresa el jubilo, que expresa la comunión que se establece entre el cielo y la tierra. Este día es el más grande de todo el año litúrgico, es el día que contiene todo el misterio de nuestra salvación. Podemos aclarar que la liturgia del sábado Santo en la noche, está haciendo referencia al PRIMER DÍA DE LA SEMANA, es decir, al DOMINGO (si hacemos un poco de memoria anteriormente, hace muchos años esta liturgia iniciaba ya muy adelantada la noche pensando en que en el contexto de la celebración llegara el Domingo-misa de Gallo o de media noche).
Este día de PASCUA se convierte en el referente para la fe del cristiano, para nosotros, nuestro que hacer de hijos de Dios ha de guiarse siempre por este acontecimiento, de lo contrario nuestra vida carece de sentido, a propósito nos dice el Apóstol de los gentiles: "Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe. Y somos convictos de falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: estáis todavía en vuestros pecados. Por tanto, también los que durmieron en Cristo perecieron. Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres! ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron." I Corintios, 15 – 13-20
En definitiva, demos gracias a Dios por los beneficios que se obtienen al permitirnos celebrar con fe este tiempo de gracia y bendición, y que podamos ver recompensados nuestros pequeños o grandes sacrificios de la cuaresma en una auténtica renovación de nuestra fe que nos lleva a un amor decidido por Cristo, por la Iglesia y a un mayor y mejor testimonio en el mundo del acontecimiento que renovamos en nuestros corazones para que los que aún no conocen de este acontecimiento se interesen por él, se unan a él y puedan gozar sin medida de la bendiciones que él nos otorga.
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Alabado sea Jesucristo, Alabada Su santa pasión, Alabada Su santa muerte Alabada para siempre su santa y gloriosa RESURRECCIÓN.
¡¡¡ALLELUIA, ALLELUIA!!!
AMÉN
*Renovación o modernización a la que se somete una cosa