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Segundo Domingo de Pascua Fiesta de la Divina Misericordia

Abril 8 de 2018

Primera Lectura: Hch 2,42-47

Salmo responsorial: 117,2-4.13-15.22-24

Segunda Lectura: 1Pe 1,3-9

Evangelio según san Juan 20,19-31


Reflexión


Después de una semana completa de alegría por la Resurrección de Cristo de entre los muertos, la Palabra de Dios nos vuelve a recalcar sobre este único y maravilloso acontecimiento de la historia de Dios hecho hombre, que se ha convertido en un verdadero hito de salvación obrado en favor de la humanidad.
En el Evangelio encontramos un detalle que no puede pasar inadvertido: “Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cundo vino Jesús” (Jn 20,24), por eso no creyó, qué bendición la incredulidad de Tomás, pues es una manera aún más categórica de confirmar la resurrección de Cristo, es que todo queda más fácil, pues sí, simplemente resucitó y ya, pero ahora viene la confrontación de nuestra fe con la realidad, se trata de una convicción del corazón, de cada uno acerca de la resurrección del Señor.

La duda de Tomás se ha convertido en una afirmación de la realidad, el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús, resucitar al tercer día (cf Mt 17, 23).
Hoy nosotros bautizados somos los que como Tomás tenemos que reconocer en Jesús al Dios nuestro y al Señor nuestro con acciones concretas tales como la práctica de las buenas obras, proclamar y anunciar la verdad como camino de libertad (cf. Jn 8,32), porque nuestra libertad no se ha dado en la muerte de Cristo, ésta ha llegado a su máxima expresión precisamente en la Resurrección, ya lo dirá el apóstol Pablo: “Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe". 1Corintios, 15. Nuestro testimonio acerca de la resurrección de Cristo se debe concretarse en acciones concretas, tales como disminuir la pobreza, propiciar la igualdad de oportunidades, disminuir el abandono de las personas, hasta llegar a un hogar de todos, es decir, donde las necesidades básicas son suplidas por una actitud de amor que surge de la nueva vida adquirida en Cristo.
Estamos iniciando la Segunda semana de Pascua que nos debe llevar paulatinamente al la fiesta Grande de Pentecostés, donde se debe complementar nuestra participación en la vida de Cristo que es el Señor y Amo de la historia.

En este Domingo también se nos ofrece la oportunidad de “redescubrir” desde el acontecimiento pascual de Cristo, la misericordia infinita del Padre celestial. Dios hoy nos vuelve a mirar con amor, un amor que se da a todos en abundancia, un amor que mira a los pobres.
Para que entendamos mejor la misericordia me encontré lo siguiente:
MISERICORDIA: La palabra misericordia viene del latín misericordia formado de miser (miserable, desdichado), cor, cordis (corazón) y el sufijo -ia. Esta palabra se refiere a la capacidad de sentir la desdicha de los demás. (cf. misericordia - Diccionario etimológico. etimologias.dechile.net/?misericordia)
De todas maneras no “vale la pena” decir que estamos celebrando Pascua si la misericordia, el amor a los hermanos y fundamentalmente a los más pobres, no se hace manifiesta. La misericordia en nosotros siempre ha de estar activa, pues tenemos que aprender de Dios que es infinitamente misericordioso.
Vivamos la Misericordia como uno de tantos frutos que nos deja la celebración de la Pascua
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