Solemnidad de la Ascensión del Señor
Mayo 13 de 2018
Primera Lectura: Hch 1, 1-11
Salmo responsorial: 46, 2-3. 6-7. 8-9
Segunda Lectura: Ef 1, 17-23
Evangelio según San Marcos 16, 15-20
Reflexión
La ascensión del Señor a los cielos es un verdadero acontecimiento, podemos decir que es el culmen de una Misión obrada por el Hijo de Dios, es el último encuentro de Jesús con aquellos que había constituido apóstoles. Es significativo este encuentro porque no les revela el día que todos esperamos (último día), más bien les anima a permanecer en vela, pero bajo el auspicio del Espíritu Santo como sello de un bautismo que ya habían recibido del Bautista. Les invita a realizar la misión de la evangelización que se ha de extender a todos los confines del mundo. Los invito a que demos una lectura cuidadosa de Hch 1, 6-8
6 Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?» 7 Él les contestó: «A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, 8 sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.»
Aquí podemos descubrir varios elementos que bien vale la pena destacar:
Misión cumplida por parte de Jesús
Completa fidelidad al Padre, que se traduce en obediencia por parte de Jesús
Absoluta confianza en sus apóstoles, Jesús ha instruido a los apóstoles y por eso les encarga tan valiosa misión
Asegura su permanencia a través de Su Espíritu, es una promesa que más adelante se verificará por medio de los mismos enviados (cf. Hch 2, 2-4)
Envío definitivo para que el evangelio sea conocido por todo el mundo, traducido a en oros términos quiere decir la presencia de la iglesia en todos los rincones del mundo
Podemos hablar de la ascensión del Señor como un preámbulo a la fiesta que se acerca de Pentecostés, es una ambientación a los apóstoles para que estén preparados a recibir el Espíritu Santo en sus vidas, y también a emprender la ardua tarea de anunciar el evangelio. Ellos serán los primeros encargados de hacer conocer el nombre de Jesucristo por toda la tierra.
Lo cierto es que hoy nosotros, los bautizados, los que hemos recibido el Espíritu somos encargados de seguir la misión apostólica, nuestra esencia es ser misioneros-discípulos; testigos capaces de arriesgarlo todo por la causa noble y justa de Jesucristo a quien fue resucitado por la fuerza de Dios, y ha sido puesta por encima de toda la creación.
La Iglesia de hoy, la del siglo XXI, no puede ser inferior a la Iglesia del primer siglo, que en condiciones más precarias cumplió con el encargo, hoy tenemos muchas herramientas (internet, redes sociales, medios de transporte, etc.) y es por eso que no caben disculpas; a veces nuestra negligencia, nuestra pereza, o simplemente porque creemos que esa tarea no corresponde a los laicos; hay muchos que aún son ignorantes frente a lo que deben conocer de Cristo por las razones que arriba se han mencionado. Ahí está el llamado y queda pendiente la respuesta.
Comprometamos nuestra vida con la de Cristo, no nos permitamos hacer nuestra historia sin Él, es con su compañía como nosotros podemos adquirir los elementos o herramientas necesarias para llegar a personas que están pasando la vida desentendidamente, a veces es necesario “sacudirlos”, haciéndoles sentir al Espíritu de Dios que en ellos puede hacer grandes cosas cuando sean conscientes de este maravilloso regalo.