Solemnidad de Pentecostés
Mayo 20 de 2018
Primera Lectura: Hch 2, 1-11
Salmo responsorial: 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34
Segunda Lectura: 1 Cor 12, 3b-7. 12-13
Evangelio según San Juan 20, 19-23
Reflexión
Llegamos al término de estos cincuenta días de una reflexión continua a la que nos ha motivado la resurrección de Cristo el Señor. Aunque nos dé la sensación que es mucho tiempo, realmente son apenas unos cuantos días en los que hacemos énfasis acerca del acontecimiento pascual, pues no sobra recordarlo que toda nuestra vida cristiana ha de estar motivada por Cristo vivo, que es la razón de nuestra existencia.
Pentecostés es un gran momento para la Iglesia que nacía a la vida pública, pues los apóstoles aún les daba miedo de los judíos y oraban con las puertas cerradas, como si la fe fuera para vivirla a escondidas o a nivel muy personal. La acción del Espíritu Santo cambia la actitud de quienes han sido constituidos por el mismo Señor como columnas que soportan a la Iglesia.
La presencia renovadora de Dios Espíritu Santo no es solo para los que el Señor había constituido como apóstoles, ella también es para los que escuchan su palabras, podemos decir que el don del Espíritu Santo es para todos los hombres, para aquellos que disponen de su alma para que esta acción divina transforme la vida y la una más vivamente a la vida del Resucitado.
Es interesante descubrir como la tarea de los cristianos es una, trabajar por el Reino de los cielos, pero esto no quiere decir que tenga que ser por una sola y única actividad, por supuesto: “Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.”(1 Cor 12,5-6). Esto nos lleva a pensar en la importancia y el valor que tiene buscar la unidad desde el espíritu de Dios, buscar una existencia desde el amor, que es el principal y mejor fruto que Él nos deja “saborear”, pues desde el amor se configura la unidad que es la nota característica de Dios Uno y Trino.
Dios en su infinito amor hacia nosotros nos ha dado su Espíritu, creo yo que con un interés claro, para que no nos sintamos solos y segundo para que seamos capaces de vencer los temores y salgamos con nuestra palabra, con nuestro testimonio, fruto de la convicción que nos da Cristo Resucitado a decirle al mundo en un idioma claro que Cristo nos ama y quiere que todos seamos miembros de Cristo, Camino Verdad y Vida, presente en la Iglesia de una forma especial por la vida sacramental, pero que de verdad quiere estar entre todos los hombres en el mundo.
Celebrar Pentecostés no es simplemente elevar oraciones y entonar cantos, es ante todo y sobretodo dejarnos renovar por su gracia, es dejarnos iluminar por sus dones y hacer de nuestra vida una auténtica respuesta a la gratuidad del amor divino.
Espíritu Santo, Ilumínanos y santificamos. Amén.