Solemnidad del nacimiento de Juan el Bautista
Junio 24 de 2018
Primera Lectura: Isaías 49, 1-6
Salmo responsorial: Salmo 138, 1-3. 13-14. 15
Segunda lectura: Hechos de los apóstoles 13, 22-26
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80
Reflexión
Hoy la Iglesia celebra con gozo y en comunión el nacimiento del hombre más grande nacido de mujer, como a él se refiere Jesús en el evangelio (cf Lc 7, 28a), se trata de Juan, hijo de Zacarías y de Isabel, llamado bautista, porque además de anunciar la conversión y la proximidad del reino de los cielos (cf Mt 3,1-2) también administraba el bautismo a aquellos que aceptaban su mensaje.
El salmo 138 que hoy nos sugiere la liturgia de la palabra nos muestra claramente que Dios nos conoce desde siempre, que nosotros al igual que Juan el bautista, no somos fruto de azar o de la improvisación, es precisamente una clara manifestación de la voluntad que tiene Dios no solo de crearnos sino también de darnos una misión concreta, misión que nos narra hoy el profeta Isaías, que pareciera hablar de sí mismo pero en definitiva habla sobre otras personas (cf Hc 13,22), es decir, sobre el papel o misión de Juan Bautista y una perspectiva más a largo plazo del mismo Jesús. En efecto esa afirmación del profeta: “te hago luz de las naciones” (v. 6) se refiere no sólo a Juan que viene como precursor de la Luz, sino y en definitiva de Aquel que es el “sol que nace de lo alto”(Lc 2,78).
Juan Bautista es aquel del que nos habla Isaías: “«Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios” (v 3-4), que va a alcanzar la plenitud en la persona de Jesús. En este sentido la experiencia de los apóstoles es haber descubierto en Juan el que anunciaba viva y entusiastamente a Jesús, señalándolo como el Mesías; él es consciente de su misión y así la realiza, decía: "Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias." (hc 13,25)
El evangelio nos trae el anuncio sobre la concepción de Juan: será hijo de unos esposos de avanzada edad, lo que quiere decir que para Dios nada es imposible (cf Lc1,37), segundo, en el mismo anuncio nos revela el nombre de quien va a nacer, se llamará JUAN, recordemos que es un nombre que por lo menos en el contexto de la familia no es conocido y mucho menos común (Lc 1,60-63), también encontramos otro detalle y es que el anuncio de esta concepción lo recibe Zacarías pero Isabel de alguna forma fue hecha participe de este milagro, en definitiva fue ella la que primero se opuso al nombre con que llamaban al recién nacido, lo objetó y además dijo como debía llamarse (cf v.60) , por supuesto Zacarías aprueba la actitud de su esposa.
Yo descubro algo que puede pensarse como intrascendente: el nombre, Juan, no estaba en la mente de la comunidad (que por lo que el evangelio nos narra era muy participativa en la vida de las familias), así, el mismo Dios nos hace sentir que Él hace nuevas todas las cosas (cf Ap 21,5); el hecho de llamarse Juan, nombre desconocido entre la familia, ya es un signo que dentro hay un mensaje de renovación, de cambio, y es este hombre quien por encargo recibido anuncia la necesidad de un cambio que conduzca a la renovación de la vida y por tanto a la consecución del reino de Dios.
Por todo esto el nacimiento de Juan el Bautista es la clausura de los profetas del Antiguo Testamento y es el primero de los profetas del Nuevo Testamento, con Juan se inaugura una nueva etapa de la historia de la salvación.
Aprovechemos este acontecimiento como un momento salvífico de los hombres, copiemos de Juan la disponibilidad para anunciar el Reino de los Cielos y permitir que sea Cristo quien aparezca en nuestra cotidianidad, siempre como una novedad.