XVII Domingo del tiempo ordinario
Julio 29 de 2018
Primera Lectura: Segundo libro de los Reyes (4,42-44)
Salmo responsorial: Sal 144,10-11.15-16.17-18
Segunda lectura: carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,1-6)
Lectura del santo evangelio según San Juan (6,1-15)
Reflexión
Hoy día la desconfianza es una realidad que todos experimentamos, a veces en mayor o menor grado, pero existe la desconfianza en las relaciones interpersonales, se desconfía de la esposa, del esposo, del hijo, de las instituciones y hasta de nosotros mismos; en este orden de ideas, nos encontramos que también desconfiamos de Dios: Parece ser que el tema ha estado siempre presente en la vida de los hombres a lo largo de la historia, así lo constatamos en la Sagrada Escritura “El criado replicó: «¿Qué hago yo con esto para cien personas?».” (Primera lectura v. 43) y también el mismo apóstol Felipe que seguramente ya había visto muchos hechos de Jesús, desconfía: “Felipe contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»” (Jn 6,7).
La realidad es que el Señor nos está llamando a que depositemos en Él toda nuestra confianza, pues el que confía en Dios, tiene una vida abierta a un amplio horizonte, se afianza en la seguridad en sí mismo reconociendo que el Señor le ha dado lo necesario para que lleve a cabo la(s) misión(es) recibidas.
Constatamos la bondad de Dios que no permite que los hombres sufran a causa del hambre, es también un llamado de atención a que nosotros seamos sensibles a las necesidades de los demás; si de verdad somos y nos sentimos imágenes de Dios, no podemos permitir que frente a nosotros se desplomen a causa del hambre sobre todo los niños (recordemos el hambre que pasan los niños de la Guajira).
San Pablo nos invita a se humildes, realmente una persona humilde y sencilla es la primera que descubre la necesidad de los otros, quizás los que lo tienen todo (en abundancia), no caen en la cuenta de lo que hace falta al pobre para dignificar su vida, estamos hablando de proveer por lo menos en lo mínimo vital, que le da un status a la vida humana, es tratar de sacar a las personas de la miseria, a propósito nos habla el apóstol: “Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu”. (Efesios 4,2)
Por último reconozcamos todas las bondades que tiene Dios para con cada uno de nosotros, el salmo 144 nos está invitando a que asumamos esta actitud, ser agradecidos:
"Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.” (v. 10).