XX Domingo del tiempo ordinario
Agosto 19 de 2018
Primera Lectura: Libro de los Proverbios 9,1-6
Salmo responsorial: 33,2-3.10-11.12-13.14-15
Segunda lectura: Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5,15-20
Lectura del santo evangelio según San Juan 6,51-58
Reflexión
Todos, mejor casi todos, amamos la vida y la queremos tener por muchos años y para tratar de lograr el objetivo de esta vida prolongada no ahorramos esfuerzos para conseguirlo; ejercicios, alimentación balanceada, exámenes médicos, etc., pero lo cierto es que somos testigos que a pesar de tantos métodos y hasta disciplina todos estamos en la fila de los que un día nos tendremos que despedir de los seres queridos y de este mundo en que vivimos, por eso es necesario prestar suma atención a lo que el Señor hoy nos dice en el Evangelio: “Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.” (Jn 6, 53). Es que nosotros hemos sido llamados no solo a esta vida que tiene por naturaleza, y eso todos lo sabemos, un límite, que por mucho que intentemos por alargarla, llega el día en cerraremos nuestros ojos para este mundo y los abriremos para la vida eterna, cosa que a lo mejor no lo tenemos en nuestra conciencia.
Desde hace varios domingos hemos venido leyendo este capítulo 6 del evangelio según San Juan, un texto que quiere enfatizar y profundizar en el verdadero sentido que tiene celebrar la Misa, porque es allí donde se confecciona el Verdadero Pan del cielo, el Pan de la vida, aquella vida que durará por siempre.
No es casualidad que la Iglesia nos proponga la sabiduría con el tema que hoy encontramos en el evangelio, la Sabiduría aquí hace referencia a la misma presencia de Dios en la vida del hombre, pues si no se tiene la sabiduría que viene de lo alto, no podríamos descubrir a Jesús como pan de vida.
La sabiduría viene a ser también la contraparte de la insensatez, de la imprudencia, de la desidia, de todo aquel comportamiento que desdice de esa relación con Dios.
Para finalizar podríamos tener la irreverencia de invertir el último versículo del salmo que hoy nos presenta la liturgia de la palabra, pues es importante tener en cuenta la pregunta que nos hace el autor sagrado.
Es importante que nos hagamos esta pregunta: “¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad?”
Y nos respondamos de la siguiente manera: “Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor.”