XXII Domingo del tiempo ordinario
Septiembre 02 de 2018
Primera Lectura: Libro del Deuteronomio 4, 1-2. 6-8
Salmo responsorial: 14, 2-3a. 3bc-4ab. 5 (R.: 1a)
Segunda lectura: Carta del apóstol Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23
Reflexión
Para garantizar la convivencia humana se han dado a los hombres unas normas o preceptos, que ayudan de alguna manera a al respeto de unos por otros, es decir, a los hombres hubo la necesidad de decirles o señalarles algunas directrices de comportamiento porque las leyes naturales no le eran suficientes. No conocemos códigos de comportamiento dados a los animales más que las que ellos tienen por naturaleza. Es decir no encontramos un manual de convivencia o de comportamiento escrito por alguien y luego divulgado entre ellos, ellos se comportan obedeciendo a su propia naturaleza, y cuando los vemos violento, es solamente respondiendo a eso que ya hemos comentando, por supervivencia.
Los mandamientos de la ley de Dios han sido dados a los hombres, creo que el ser creado por Dios que está llamado en particular a la santidad es el hombre, pero este ha usado de la libertad recibida inadecuadamente y ha sido pertinente que el Señor nos diera unas directrices de comportamiento, unas directrices que abarcan el conjunto de la vida, donde se garantiza una relación armónica con dios y con los hombres. No podemos pensar que los mandamientos son solo un decálogo, son más bien la expresión de la voluntad de Dios.
Los mandamientos de la ley de Dios han sido inspirados por Dios y han sido dictados de una cierta forma (categórica: No matar, no hurtar, etc.). Así se presentan los mandamientos y por eso no le podemos cambiar la enunciación, pues se podría minimizar la contundencia del mandamiento.
Los mandamientos vienen de arriba, es decir de Dios y por tanto los podemos considerar como un regalo de Dios a los hombres.
Los mandamientos los debemos ver como son en realidad: Camino de la libertad de los hombres, camino de realización, por eso la interpretación que de ellos podemos hacer tiene que ceñirse a la verdad, tiene que ser una interpretación diáfana, no podemos interpretarlos a la manera de los fariseos, que se quedan en la letra de la ley, pero profundizan en el espíritu de la ley, del mandamiento.
La interpretación de los mandamiento bajo la luz del Espíritu Santo, nos va permitir ser fieles a esa voluntad de Dios, de lo contrario los vamos a tener solamente como comodines, que los utilizaremos solo por conveniencia personal y no como una respuesta al amor de Dios.
Todos los días nuestro pensamiento tiene que estar ocupado en cómo vamos a conseguir ser santos, esta realidad la podemos expresar con la respuesta que damos hoy con el Salmo 14 que nos propone una pregunta contundente: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda? La respuesta es clara no solo porque la encontramos a lo largo del salmo, sino también porque se convierte en una urgencia espiritual ajustar nuestra vida a la voluntad amorosa de Dios.
Hagamos el esfuerzo de responder a dios, ya tenemos la maravillosa tabla que Dios sea inspirado, y aunque tengamos que hacer muchos sacrificios, tenemos la seguridad que no vamos a quedar defraudados.