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XXIII Domingo del tiempo ordinario

  • Pbro. Mauricio Molina - Párroco
  • 6 sept 2018
  • 3 Min. de lectura

Septiembre 09 de 2018

Click para ver las Lecturas del día

Primera Lectura: Libro de Isaías 35, 4-7a

Salmo responsorial: 145, 7. 8-9a. 9bc-10 (R.:1)

Segunda lectura: Carta del apóstol Santiago 2, 1-15

Lectura del santo evangelio según según san Marcos 7, 31-37


Reflexión


«Sed fuertes, no temáis». (v 4) Así empieza la Palabra de Dios en este Domingo, día del Señor. Ante tanta incertidumbre en que vivimos en el mundo de hoy sale el Señor para decirnos que no tengamos miedo, que seamos valientes para enfrentar tantas y a veces tan pronunciadas dificultades: pobreza, desgobiernos, corrupción, violación de derechos humanos, familias divididas, sacerdotes que siguen dando escándalo, desplazamientos forzosos, etc., nos encontramos con esta manera de alentarnos el Señor para proseguir nuestro camino hacia la perfección cristiana, es que en ocasiones nos podemos sentir tentados a dejar todo de lado y a pensar solo en el YO, pareciera que solo nos interesa preocuparnos por nosotros mismos. La situación no puede seguir así, se hace urgente y necesario que miremos hacia el Señor, que escuchemos Su palabra, que la grabemos en nuestro corazón, que la tengamos a flor de labios para hacerla presente en todos los momentos de nuestra vida y sobre todo en aquellos que tengan mayor dificultad.


La palabra de Dios no es una falacia y tampoco es una ilusión auditiva, hoy podemos constatar que la profecía de Isaías tiene su entero cumplimiento en el pasaje del Evangelio según san Mateo: “…Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: —«Effetá», esto es «Ábrete”. (v 34). Todo sería distinto y mejor si volviéramos a nuestra mirada y nuestra confianza en Dios.


Hoy la Palabra nos invita a apropiarnos de ella, a que le abramos un espacio en nuestra vida cotidiana, que ella se convierta como en la que alimenta la alacena de nuestro corazón, y así como en la alacena se guardan muchas clases de alimento, y ella se abre cada vez que vamos a cocinar y sacamos lo que necesitamos, así también la Palabra de Dios es ese “ingrediente” que está a la puerta dispuesta a salir para iluminar tantas situaciones de nuestra vida común, así por ejemplo, dudas, tristeza, alegría, vida, muerte, etc.


La Palabra de Dios que es reveladora de sus designios es al mismo tiempo Maestra para nuestra vida, hoy nos está hablando de no dejarnos llevar de las apariencias, ellas en muchos momentos son mentirosas y por lo tanto engañosas. Las apariencias son eso, apariencias, lo importante es dejarnos llevar del Espíritu de Dios y poder descubrir sin prejuicios en el otro la imagen de Dios, un templo del Espíritu Santo, allí está la clave para que asumamos con el otro, una actitud de fraternidad, de confianza, de respeto, asegurando un espacio de convivencia, donde se haga presente el dialogo y también el compromiso de la oración de unos por otros.


Dejemos que sea la confianza en el Señor el motor de nuestra vida y por ende de nuestra esperanza; de la credibilidad que le demos a la Palabra de Dios, dependerá nuestra vida siempre en un estado de alegría y de disponibilidad hacia los demás, viendo en ello una presencia amorosa de Dios.


Como Dios es todo en todas las cosas, como Dios no miente con su Palabra, como Dios obra maravillas en aquel que lo busca y lo acepta en su vida, podremos unirnos al salmista cuando dice: “El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión de edad en edad”. (v 10).

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