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XXV Domingo del tiempo ordinario

Septiembre 23 de 2018

Imagen tomada de Google

Primera Lectura: Libro de la Sabiduría 2, 12. 17-20

Salmo responsorial: 53, 3-4. 5. 6 y 8 (R.: 6b)

Segunda lectura: Carta del apóstol Santiago 3, 16—4, 3

Lectura del santo evangelio según según san Marcos 9, 30-37


Reflexión


Leyendo el Antiguo Testamento nos damos cuenta que todo él tiene su cumplimiento en el Señor Jesús, es decir en el Evangelio.


Nos podemos dar cuenta que los hombres maquinadores de la maldad siempre han existido, hay una fuerza interior en el hombre que lo impulsa a destruir la prójimo; el caso que hoy encontramos en el libro de la Sabiduría se refiere al profeta, que ha puesto seguramente “el dedo en la llaga”, y al ser humano no le gusta que le señalen la verdad (la verdad duele), la verdad se convierte en un obstáculo cuando se quiere hacer el mal. La verdad es el mismo Dios, y es a este Dios de amor al que hay que quitar del camino. Hoy también vivimos de alguna forma este mismo afán, hay muchos que quieren quitar a Dios de la vida de los hombres, hay quienes quieren eliminar a Dios de su vida y así también de la vida de los demás.


El texto de hoy nos muestra la intolerancia del hombre con respecto a Dios, nos señala cómo el hombre se atreve a “desafiar” a Dios. Hoy también el hombre desafía a Dios y lo hace de varias maneras: ciencia, manipulación genética, etc.


Yo me pregunto: ¿Será que estamos hoy los hombres en capacidad de desafiar a Dios? ¿Por qué lo hacemos?


Creo no equivocarme que habría que recorrer muchos territorios, muchas culturas y seguramente será muy difícil encontrar una persona que no le guste la paz, que prefiera el odio, la envidia, etc. a vivir en armonía. Sin embargo como hacemos caso omiso a los constantes llamados del Señor a vivir en armonía y en paz, constatamos que realmente el hombre como que se acostumbra a vivir en la zozobra despreciando la paz interior que indefectiblemente redundará en una paz de convivencia y de amor fraterno.


Hagámosle resistencia a lo que no deja progresar al hombre, a la envidia a la mentira, a la falsedad, concentremos nuestra atención a lo que verdaderamente necesario para garantizar el progreso del hombre, pidamos con fe al y con la ayuda del Espíritu Santo lo que nos realiza como imágenes de Dios.


La invitación que nos hace el Señor en el Evangelio a que aspiremos a tener como prioridad la realización de nuestra vida en los caminos que señala el Señor Jesús a vivir en la dimensión del servicio y de la entrega, a vivir en la solidaridad y a buscar el bienestar común. Es aspirar a puestos que den fama y que exijan de parte de los demás reverencias hacia nosotros no es una actitud de humildad, tampoco es una actitud que hable muy bien de nuestra condición de cristianos, el mismo Cristo nos dice: si ustedes no son mejores que los fariseos,… "«Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos»." (Mt,5 -20), es que el Señor lee las intenciones de los discípulos, aspirar a ocupar los primeros puestos muchas veces tiene por dentro el deseo de utilizar a los demás y exigir prebendas.


Es laudable que nosotros nos dejemos llevar de las inspiraciones del salmista cuando nos dice: “Pero Dios es mi auxilio,el Señor sostiene mi vida.”(v6) Esto quiere decir que la única aspiración legítima del hombre es poner la vida en las manos del Señor, lo demás se nos dará por añadidura. (cf Mt 6,33):



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