XXVI Domingo del tiempo ordinario
Septiembre 30 de 2018
Primera Lectura: Libro de los Números 11,25-29
Salmo responsorial: Sal 18
Segunda lectura: Carta del apóstol Santiago 5,1-6
Lectura del santo evangelio según según san Marcos 9,38-43.45.47-48
Reflexión
La clave de lectura hoy la podemos encontrar en el libro de los Números, se trata en la unidad que el Espíritu de Dios imprime en cada uno de nosotros, esto quiere decir que Dios es uno y por tanto nadie que recibe este Espíritu puede actuar o hablar por fuera de Él.
Eldad y Medad nos recuerdan al apóstol Tomás que tampoco estaba aquel día en que se apareció Jesús a los apóstoles después de su resurrección (cf 20,21-22.24) y sin embargo no quedó excluido del grupo de los apóstoles, que también como aquellos hombres que recibieron parte del espíritu de Moisés son enviados a profetizar (en términos del A.T.) y a evangelizar (en términos del N.T.), lo importante y necesario es tener conciencia que el Señor cuenta con cada uno de nosotros para que todos los hombres que habitan este planeta conozcan el mensaje de la verdad y por lo tanto de la libertad absoluta.
Josué es otro personaje que no puede pasar desapercibido, realmente resulta interesante su intervención porque nos llama la atención de estar pendientes de lo que se mueve a nuestro contorno, a veces hay personas que quieren presentarse como se dice popularmente: “hay unos que son más papistas que el Papa”. Si se hace necesario que estemos vigilantes con lo que sucede con aquellos que hablan sobre Dios, la Iglesia, etc., pero ante todo no darle paso a los celos o a las envidias.
Tenemos también que el apóstol Santiago nos invita a tener nuestras riquezas (materiales) como un medio y no como un fin en sí mismas, se hace necesario que sepamos agradecer al Señor por lo que tenemos y no pongamos nuestra vida como si de las cosas dependieran de ellas.
Nosotros debemos crecer en crecer en las riquezas espirituales que al fin de nuestra vida terrena son las que nos van a servir como pasaporte a la vida eterna, esta riqueza se concentra en la vivencia del amor puro y sincero a Dios.
Terminamos con la conclusión que nos trae hoy el salmo 18:
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos