2° Domingo de Adviento
Diciembre 09 de 2018
Primera Lectura: Baruc 5, 1-9
Salmo responsorial: Salmo 126 (126), 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 (R.: 3)
Segunda lectura: Carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11
Lectura del santo evangelio según según San Lucas 3, 1-6
Reflexión
“Dios te dará un nombre para siempre: «Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad»”. (v 4) El segundo Domingo de adviento nos invita el Señor a través del profeta Baruc a llenarnos de alegría, claro desde el presupuesto de la esperanza que crea en nosotros confianza en Dios que va disponiendo en camino llano para que caminando sin tropiezos disfrutemos de la justicia y de la paz.
Hablar de justicia y paz se ha vuelto una expresión que quizás ya no nos diga nada, (en particular a los colombianos) porque todos los días oímos estas expresiones desde distintos ángulos (gobierno, cortes, guerrilla, etc.), pero es decisión de cada uno que asumamos este propósito como un interés personal, es cada uno que tiene que empezar por ser justo consigo mismo, es cada uno que tiene que buscar la paz interior, y este ejercicio tendrá que dar como resultado una estabilidad en estos campos a nivel familiar y social. Debemos recordar la afirmación del evangelio: “de la abundancia del corazón hablan los labios”. (Mt 12,34) Claro cuando en el corazón se tiene la experiencia de la justicia y de la paz, esta abundancia se tiene que expandir en el medio en que cada persona se mueve. Precisamente el adviento nos va a hablar profusamente de la paz, de la justicia, del amor, de la necesidad de abajarnos, de hacer que las pretensiones humanas se reduzcan para que empiecen a germinar los frutos de la paz que se han madurado por la escucha atenta de la Palabra que es Jesús, el Unigénito del Padre.
Con todo lo dicho hasta aquí estamos reconociendo que ni la justicia ni la paz dependen de un gobierno o de un acuerdo, depende esencialmente de la disposición que tenga el hombre para escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios.
A nosotros nos hablan de Jerusalén y ya no resulta ser una novedad, la novedad está en que nosotros (la Iglesia), somos el nuevo Israel que se dirige hacia la Nueva Jerusalén, es decir, a la gloria de la que nos habla el profeta.
Una fe auténtica nos permite caminar con alegría, aunque se tenga que experimentar a veces el dolor, la fatiga, etc. Lo importante es que es que nos dejemos llenar de alegría por Dios que quiere siempre lo mejor para todos y cada uno de nosotros, por eso es necesario hacer eco de lo que hoy expresa el salmista:
“Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares” Sal 126(125), 4-5
Convencidos de lo que hace el amor en nosotros escuchemos la voz del Señor y tratemos de perfeccionar nuestro camino que conduce al encuentro de Dios que habita plenamente en la gloria de la Jerusalén Celestial.