II Domingo Ordinario
Enero 20 de 2019
Primera Lectura: Libro de Isaías 62, 1-5
Salmo responsorial: Sal 95,1-2a.2b-3.7-8a.9-10a.c
Segunda lectura: Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 4-11
Lectura del santo evangelio según según San Juan 2, 1-11
Reflexión
Es evidente que el rito matrimonial en la época de Jesús era distinto al que hoy conocemos, pero lo cierto es que si había un compromiso entre un hombre y una mujer para compartir la vida desde ese momento hasta que la muerte los separara. Precisamente el matrimonio es una de tantas formas de responder al Señor que llama, y es en esa realidad donde se debe predicar o anunciar el evangelio. Aquel que nos hace libres y nos pone por el camino de nuestra realización.
Hoy podríamos pensar en la maravillosa manera de vivir que tienen algunos (vocación, no capricho) de compartir la vida con otra persona para formar una familia, donde la experiencia de amor se fortalece y la vida se transmite ciertamente por el amor que existe entre ese hombre y esa mujer que generosamente y con alegría han respondido a un llamado personal que les ha hecho el Señor.
El matrimonio es una de tantas opciones de vida y que el mismo Jesús ha aprobado, es que su asistencia a aquella boda es un signo fehaciente de aprobación, más aún Él no solo asistió sino que también participó en el buen desarrollo de la fiesta.
En la primera lectura nos habla el Profeta de una manera de ser de Dios, que movido por el amor está pendiente de Israel para concederle alegría, paz, armonía, esplendor, etc., y precisamente hace mención del matrimonio como una realidad que sugiere un ambiente de realización en la alegría.
Dios que es bueno, que es absolutamente misericordioso no nos deja a la deriva, está siempre pendiente de nosotros, nos llama a realizarnos en él y nos muestra todo un abanico de posibilidades, de ahí que tengamos que estar abiertos a la acción del Espíritu para descubrir cuál ha de ser nuestro punto de encuentro con Él y con los demás hombres.
Dios que nos llama estará siempre a nuestro lado, para que nuestra respuesta no sufra detrimento alguno, así lo podemos constatar en el episodio que el evangelio nos ha contado.
Aquella pareja no podía empezar su vida de esposos con ánimo tranquilo si en ese día hubieran pasado una vergüenza ante los invitados (el vino se había agotado), pero Jesús por intercesión de la Virgen María hace su primer milagro y manifiesta las maravillas de Dios para con los hombres.
Todos los bautizados formamos la gran familia de Dios, de Él constantemente recibimos bendiciones que se traducen en oportunidades para crecer como seres humanos y como sociedad humana, llamada a imprimir en lo cotidiano de cada día la presencia de un Dios fuente de amor, por eso con el salmista podemos cantar:
“Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor”
- Salmo 95, 7-8a