III Domingo Ordinario
Enero 27 de 2019
Primera Lectura: Libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10
Salmo responsorial: Sal 18, 8. 9. 10. 15
Segunda lectura: Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 12-30
Lectura del santo evangelio según según San Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
Reflexión
La forma más original para conocer a Dios definitivamente es el acercamiento que tengamos a la Palabra, el sacerdote Esdras reúne a la comunidad, para leer el contenido de la ley. Para nosotros esta comunidad se convierte en un ejemplo, pues en ella encontramos que muestran un interés por la palabra proclamada, además se da un asentimiento: “Amén, amén”, que no es cosa distinta sino un signo que indica que se acepta la Palabra.
La Iglesia viene a ser aquella comunidad, pero enriquecida con la presencia del mismo Cristo, no podemos olvidar que Él ha venido a darle sentido a la Ley y a los profetas (cf Mt 5,17).
El texto de la primera lectura nos está haciendo una invitación muy especial a darle a la Palabra de Dios la importancia que ella se merece, es laudable que nosotros nos dejemos conmover por ella y de ahí se desprende nuestro compromiso con Dios.
Podemos notar que aquel día era especial para aquella comunidad, pues bien, para nosotros esta importancia la tiene el Domingo como Día del Señor, la iglesia por su parte en la liturgia nos propone la Palabra de manera abundante y no podemos dejar pasar desapercibidamente ese aspecto, que al mismo tiempo se convierte en un maravilloso regalo.
Nos encontramos también con el sentido especial que tiene la comunidad eclesial, san Pablo la compara con el cuerpo humano, que teniendo muchos miembros existe entre ellos una absoluta relación de unos con otros, esa debe ser la comunidad parroquial, que a la vez es presencia de la Iglesia universal y esa unidad y ese compromiso de trabajo por el evangelio se asume desde una atenta escucha de la Palabra.
En la Palabra encontramos la realización de las promesas y es desde ella como le podemos dar un sentido a nuestra vida y es en ella donde podemos encontrar el fundamento de nuestra unidad en Cristo que es la Palabra del Padre.
La forma más natural de vivir la Palabra de Dios es en COMUNIDAD, que expresa unidad, comunión, hermandad, pues en la medida en que nos sintamos comunidad alimentada y sostenida por la Palabra se está haciendo presente el cuerpo de Cristo en el mundo.
Una comunidad que recibe la Palabra de Dios y la expresa en obras de caridad está enviando el mensaje de la Buena Nueva del Evangelio, un evangelio que no puede quedarse en letra muerta, ha de ser como es en realidad un instrumento de vida consagrada al Señor.
La Palabra es una fuente viva para nuestra meditación que debe convertirse en una verdadera oración.
Hoy como es nuestra costumbre unámonos al salmista diciendo:
“Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío”
- Salmo 18, 15