IV Domingo Ordinario
Febrero 3 de 2019
Primera Lectura: Libro de Jeremías 1,4-5.17-19
Salmo responsorial: Sal 70,1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17
Segunda lectura: Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,31–13,13
Lectura del santo evangelio según según San Lucas 4,21-30
Reflexión
Cada lectura de hoy nos permite abordar temas distintos, fundamentalmente aparecen tres grandes temáticas: Vocación, el amor y lo que hace Jesús en favor de los hombres. De todas formas tanto la vocación como el que-hacer de Jesús se fundamenta en el amor, pues no vale la pena responder a Dios si no es desde la motivación que inspira y sostiene el amor.
Es muy corriente encontrar en la Biblia la experiencia que tienen las personas con Dios (Yavhé) y generalmente es contada como un dialogo que se da en circunstancias concretas del profeta, y al mismo tiempo se involucra al pueblo.
Sentirse llamado recibir una misión concreta; se trata de haber sido considerado apto para realizar una tarea específica como en el caso de Jeremías, y aquí encontramos que el mismo Señor se compromete a estar con él en la realización de lo encomendado.
Podemos pensar que la vocación es un tema transversal, es decir, sabemos que Dios a lo primero que nos ha llamado es a la vida, pero una vida sin la gracia del amor sería simple, sin sentido, vacía, por eso hoy la carta de San Pablo a los corintios nos invita a vivir la experiencia de un amor que se comparte y nos permite crecer hasta alcanzar la estatura de Cristo, un amor que al mismo tiempo nos garantiza la libertad de los hijos de Dios, porque la vida que da Dios enmarcada en un servicio (vocación) se entiende entre los parámetros del amor y de la libertad. El que ama de verdad es libre.
Por último nos encontramos con el evangelio que nos cuenta como Jesús, el Profeta de los profetas, actúa en favor de todos; Él ha sido enviado por parte del Padre a anunciar el año de gracia del Señor.
Lo importante e imprescindible es que es cuchemos a Jesús con los oídos despiertos para poder tener acceso a la liberación y a la salud que el Señor nos ofrece desde su amor.
Con el salmista nos confiamos al Señor que se fija en cada uno de nosotros:
“Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído y sálvame”