VI Domingo Ordinario
Febrero 1 de 2019
Primera Lectura: Libro de Jeremías 17, 5-8
Salmo responsorial: Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6
Segunda lectura: Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 12. 16-20
Lectura del santo evangelio según según San Lucas 6, 17. 20-26
Reflexión
El profeta Jeremías nos pone a tono con lo que encontramos en el evangelio de este domingo, nos presenta el destino de los hombres según la opción que escoja, es decir, la vida adquiere un sentido según se ponga la confianza en Dios o en el hombre. Dios no es quien castiga porque Él no es castigador, Él simplemente otorga lo que el hombre fabricó con sus decisiones.Hoy quiero presentar un cuadro comparativo de las cuatro bienaventuranzas y de los cuatro ayes:
1. Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. V 20
1. ¡Ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. V 24
2. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. V 21
2. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. V 25
3. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. V 22
3. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. V 25
4. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. V 23
4. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas». V 26
Si nos fijamos bien, descubrimos que cada una de las bienaventuranzas tiene su contraparte el “ay” que advierte el Señor. Esta misma idea la desarrolla el Profeta cuando nos presenta el destino de quien pone su confianza en el Señor (cf vv 7-8) y quienes confían en el hombre (cf vv 5-6).
Hoy cuando nos movemos en medio de la ciencia, la tecnología, las comunicaciones, etc., nos vemos tentados a creer más en el hombre y menos en Dios, sin considerar que es Él quien nos ha dotado de inteligencia y capacidades para que decidamos entre aquello que podemos y debemos hacer, siempre pensando en el bienestar de la persona y como un tributo al mismo Dios. Lo que hagamos siempre debe responder a la voluntad de Dios y esto significa que en ningún caso un descubrimiento científico o aquel que por sencillo que sea no pude ser atribuido a la simple inteligencia humana.
¿En realidad en quien ponemos la confianza?
¿Qué nos da más seguridad: los argumentos humanos o la Palabra de Dios que no escatima recursos para fundamentar lo que hacemos?
Los primeros versos del salmo 1 (y es significativo) nos advierten acerca de dejarnos guiar por el Señor y poner en Él nuestra confianza.
Por último la prueba más elocuente que estamos en la línea de la voluntad y el querer de Dios, nos lleva inevitablemente a fundar todo nuestro quehacer en la afirmación de la resurrección de Cristo. Es apenas lógico que aquel que no cree en la resurrección de Jesús, crea que todo lo que hace es por sus propios méritos y no son dones recibidos de Dios.