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VII Domingo Ordinario

  • Pbro. Mauricio Molina - Párroco
  • 21 feb 2019
  • 2 Min. de lectura

Febrero 24 de 2019

Imagen tomada de Google

Primera Lectura: Primer Libro de Samuel 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23

Salmo responsorial: Sal 102, 1-2. 3-4. 8 y 10. 12-13

Segunda lectura: Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 45-49

Lectura del santo evangelio según según San Lucas 6, 27-38


Reflexión


Nos habla hoy la primera lectura de una oportunidad que tuvo David de acabar con la vida de Saúl, pero que descubrimos? Podemos ver dos elementos que son importantes como el respeto de David por el ungido del Señor y segundo, el respeto a la vida.


La realidad descrita nos debe mover a que hagamos una cruzada permanente por el el respeto a la vida en todos los momentos de su existencia, pues nos quedamos anonadados frente al desprecio que hoy se tiene por la vida, porque nos conmovemos por una noticia de asesinato o de homicidio, pero son suspiros que no duran en el tiempo y por tanto no pasa de ser eso, SUSPIRO.


La vida es el don más preciado de Dios al hombre, de ahí se desprende nuestra responsabilidad por la vida y quitarnos de nuestro pensamiento aquella idea que nos hemos fabricado con un sentido erróneo: “Mientras la violencia que quita la vida no me toque…” Creo que la vida nos tiene que importar y no podemos seguir en el ámbito de la indiferencia, por lo menos incluyamos en nuestra oración la intención por el respeto a la vida desde que se engendra en el vientre materno hasta que termine naturalmente (como se debe) por el paso de los años o por el resultado de una enfermedad.


Todo el respeto a la vida se fundamenta en el hombre espiritual, es decir una referencia directa y concreta a Cristo, implica entonces que nuestra vida ha de ser un camino continuo hasta alcanzar ser imagen de ese Hombre espiritual.


La idea es que nos comportemos como verdaderos hijos de Dios, que no solo nos otorga derechos, sino que implica responsabilidades para que nuestra existencia se revista de trascendencia, es decir, que nuestro testimonio sea capaz de permear el ambiente social o familiar en donde nos movemos y así poder garantizar que todos nos vamos comprometiendo con el valor por la vida de toda la humanidad.


El fruto de respetar la vida es el amor de unos con otros, esto es incluso amar a los enemigos, es la invitación que nos hace hoy el Señor desde el evangelio. Cuando yo amo al enemigo esto es, orar por él, no omitir un servicio en un momento determinado, no hacer acepción de personas, y podernos mirar todos simplemente como hermanos por el bautismo o simple, mirar a todos los hombres y no hacer o desear a los demás aquello que no nos gusta que nos hicieran a nosotros (cf Tb 4,5; Mt 7,12). Esto es ser consecuente con el primer mandamiento de la ley.


Trabajemos por la dignidad de la vida y por su conservación de esta en medio de las posibilidades de desarrollo.


Una razón que justifica lo que hemos venido expresando lo ratificamos con el salmista:


“Bendice, alma mía, al Señor,y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,y no olvides sus beneficios.”

Sal 102,1-2.



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