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VIII Domingo Ordinario

  • Pbro. Mauricio Molina - Párroco
  • 28 feb 2019
  • 2 Min. de lectura

Marzo 3 de 2019

Imagen tomada de Google

Primera Lectura: Libro del Eclesiástico 27, 4-7

Salmo responsorial: Sal 91, 2-3. 13-14. 15-16

Segunda lectura: Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 54-58

Lectura del santo evangelio según según San Lucas 6, 39-45


Reflexión


“…; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca”. (Lc 6,45) esta última frase que encontramos en el evangelio que hoy nos propone la liturgia es la gran síntesis de toda la Palabra que hoy tenemos en nuestras manos.


El libro del eclesiástico nos invita a realizar una depuración de la propia vida para que haya una evaluación de lo que realmente somos, y el evangelio nos invita a la sensatez en nuestras actuaciones, tanto para juzgar, para orientar o para corregir, primero se ha de tener una conciencia muy clara de lo que se es para así revestirse de una “cierta” autoridad y así intervenir convenientemente en la vida de los demás.


Debemos mantener siempre una constante de depuración nuestra vida para que podamos entender lo que significa la muerte de Cristo que sin discusión alguna redundará en vida para los que mueren en Cristo, es decir, para aquellos que haciéndose fuertes ante las pretensiones del mundo, confiesan abiertamente la resurrección de Cristo como el hecho por antonomasia que sostiene la fe de todo el que con razones válidas confían en Cristo como verdadero Señor.


Cuando no examinamos nuestra vida para descubrir nuestras propias falencias, tampoco estamos autorizados para entrar a juzgar y sin conocimiento de causa el comportamiento de los demás. Se hace necesario el ejercicio cotidiano de ir purificando nuestro corazón para favorecer que él produzca frutos de vida eterna. Nuestros labios en consecuencia darán testimonio de la resurrección de Cristo como el resultado más eficaz de la fe que nos sostiene en el camino que conduce a la plenitud de la vida en Cristo.


Recordemos que el Domingo pasado la Palabra nos hablaba que primero es el hombre terreno y después el hombre espiritual, es así nos lo recuerda san Pablo esto corruptible se revestirá de incorrupción, estamos llamados a resucitar con Cristo.


La persona que se siente miembro de Cristo está llamada a buscar su transformación en un hombre espiritual al estilo del Señor Jesús, por tanto nos unimos al salmista para proclamar:


“Es bueno dar gracias al Señor

y tocar para tu nombre, oh Altísimo,

proclamar por la mañana tu misericordia

y de noche tu fidelidad”.

Sal 91,2s




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