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IV Domingo de Cuaresma

Marzo 31 de 2019

Imagen tomada de Google

Primera Lectura: Libro de Josué 5,9a.10-12

Salmo responsorial: Sal 33,2-3.4-5.6-7

Segunda lectura: Segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5,17-21

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 15, 1-3.11-32


Reflexión


Cuando se es nómada nada está tan seguro como cuando se llega a un lugar de donde se puede establecer un lugar para quedarse y poder construir la propia casa y cultivar lo que luego nos va a servir como alimento; aunque el pueblo de Israel siempre contó con la asistencia de Dios, ahora sigue contando pero ya establecido en una tierra propia. Este hecho ya nos da a entender que se trata de un pueblo que bajo la compañía de Dios va creciendo y se va afianzando como pueblo.


El pueblo israelita experimenta una nueva realidad, una forma nueva de alimentarse, encuentra una forma nueva de vivir, así también en Cristo cada hombre puede encontrar una forma novedosa de orientar su vida, porque es Cristo quien nos hace criaturas nuevas, ya que Él asumió por amor nuestros pecados precisamente para liberarnos de ellos y hacernos partícipes de su gracia y de su bendición. Esta libertad y esta bendición no puede ser cosa distinta que la reconciliación con Dios, pues el pecado ha fisurado nuestra relación con Él y con nuestros hermanos. La necesidad de la reconciliación con Dios exige por tanto la reconciliación los hermanos, no pretendamos reconciliación con Dios mientras las relaciones con los semejantes están rotas.


El perdón y la reconciliación con Dios son iniciativas que parten de Él mismo, así lo vemos con la actitud del padre de la parábola, es Él quien está permanentemente pendiente del regreso de su hijo, es Él quien sale a su encuentro, quien abre sus brazos para acogerlo, para demostrarle su amor. Podríamos pensar que es el hijo quien toma la iniciativa, pero si escuchamos y leemos bien el evangelio nos damos cuenta que todo el recibimiento tan efusivo es una actitud limpia y profunda de un corazón que ama y ese el corazón de Dios.


Un elemento que quizás ha pasado desapercibido es que el hijo no ha perdido la condición de hijo, es decir, la actitud del hijo es llegar a su padre y pedirle que lo trate como uno de los jornaleros, pues el jornalero en condiciones normales no tiene los mismos derechos y privilegios que el hijo, pero el padre del evangelio no deja que el hijo termine el discurso que tenía preparado, por el contrario lo llama hijo mío, veamos: «…porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado». Ese es el amor de Dios, ese amor es manifiesto de la fidelidad de Dios, además es un llamado a cada uno de nosotros para que cuando estemos llamados al perdón lo hagamos decididamente, no es a medias o con condiciones, debe ser sincero, devolviendo a quien pide perdón sus condiciones originales, esto reconocerle su status con sus derechos y obligaciones, así lo hizo el Padre con el hijo pródigo. La persona que ha cometido un error, lo reconoce y se expone a pedir perdón, está en la expectativa de un SI o de un NO, lo cierto es que cuando este perdón se alcanza, se puede sentir una gran alegría, similar a la que el salmista en el día de hoy nos invita cantar con alegría y gratitud:


“Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloria en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren.” - Sal 33




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