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IV Domingo de Cuaresma

Abril 7 de 2019

Imagen tomada de Google

Primera Lectura: Libro de Isaías 43, 16-21

Salmo responsorial: Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6

Segunda lectura: Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 8-14

Lectura del santo Evangelio según San Juan 8, 1-11


Reflexión


El Señor a través del profeta quiere tocarnos en lo más íntimo de nuestra vida para llenarnos de optimismo y de esperanza, actitudes que ahora nos hacen falta frente a tantas tensiones que vivimos a nivel personal, social, en lo político y también en lo religioso.


El Señor nos está invitando a mirar hacia adelante, a que seamos optimistas y no nos dejemos llevar del pesimismo y de la oscuridad que producen los odios, las guerras, los crímenes, etc.


Ser optimistas en el Señor, es también asumir la actitud de Pablo que pone toda su confianza en Cristo, hasta llegar a la conclusión que todo lo estima basura con tal de alcanzar la vida en Cristo. Pablo nos invita a que no cesemos de trabajar y de hacer esfuerzos por caminar hasta el encuentro con la plenitud que ofrece Cristo. El hecho de no sentirnos totalmente realizados, nos hace trabajar por alcanzar esa meta que entre todo es una invitación que nace desde la misma voluntad de Dios. Con todo aprovechemos este tiempo que nos queda de cuaresma para realizar el ejercicio de desprendernos de tantos elementos, sentimientos y cosas que de una u otra forma nos impiden vivir en libertad y en armonía.


Cuando se está libre en Cristo la visión o el juicio hacia el comportamiento de los demás tiene ciertas características, podríamos pensar en algunas: primero esta libertad me hace sentir que aún no he llegado a la santidad de vida que Cristo quiere de mi, y por tanto estoy en camino de perfección, realidad que me lleva a pensar que mi prójimo necesita de nuestro acompañamiento antes que un señalamiento y una condena; segundo respeto por la vida privada del otro, pues aunque el hecho que nos narra el evangelio sobre aquella mujer pueda ser pecado, yo no podría exponer a alguien a la muerte, pues seguro que en mí también está el pecado, así nos podríamos preguntar: ¿Quién soy para señalar y condenar?


Hoy Jesús nos da un gran mensaje, nos indica que se hace necesario que cada uno revise su propia vida antes de lanzar juicios condenatorios; estos hombres creían tener el argumento estrella para condenar a esta mujer, pero también para poner en apuros al Señor, lo cierto es que Jesús tenía el verdadero argumento con el que los hombres aquellos no tenían más alternativa que salir de su presencia, pero ¿cuáles son los argumentos de Jesús?


  1. Él conoce suficientemente al hombre, es que creemos que Dios no nos conoce a cada uno en nuestras circunstancias concretas?.

  2. Jesús sabe que aquellos hombres también tenían pecado.

  3. Jesús sabía muy bien que aquellos hombres querían ponerlo a prueba frente a la justicia.

  4. Jesús nos enseña la prudencia y que no demos actuar en caliente.

  5. Se hace manifiesta la misericordia y la justicia divina, que en definitiva es lo que caracteriza a bondad del corazón de Dios.

  6. Por último Jesús le hace saber a la mujer que en realidad si había cometido un pecado y le advierte que su pecado queda perdonado, la invita a que no se vuelva a involucrar con el pecado, que persevere en la gracia.


Nos queda la lección aprendida, es decir, que nosotros antes de señalar a otro como pecador primero debemos hacer un verdadero examen de conciencia y así ser justos con el hombre que por su debilidad cae en el pecado. Hoy el salmo le da pie tanto a los que condenan como a los que son perdonados por Dios:


“Hasta los gentiles decían:

«El Señor ha estado grande con ellos».

El Señor ha estado grande con nosotros,

y estamos alegres” - Sal 125




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