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Domingo de Ramos

Abril 14 de 2019

Primera Lectura: Isaías 50, 4-7

Salmo responsorial: Salmo 21,2a.8-9.17-18a.19-20.23-24

Segunda Lectura: Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas (22,14–23,56)


Reflexión


“El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes.” Aquí tenemos una experiencia vivida por Isaías, que claramente se traslada a la experiencia vivida por el mismo Señor Jesús, es que cuando se tiene la ayuda permanente y eficaz de Dios, el hombre se hace fuerte para resistir los embates que la misma vida proporciona a diario. No estamos libres de señalamientos, de persecuciones, etc., esto nos quiere señalar que nuestra vida está compuesta de una constante lucha por mantenernos fieles, una fidelidad que se ampara en el acompañamiento permanente de Dios a través de tantas personas buenas e instituciones que trabajan por afianzar el mensaje de la salvación.
El cristiano como un verdadero discípulo no puede dudar en poner su atención en el Maestro, en lo que el enseña y sobre todo en el ejemplo que Él desde su vida nos transmite.
El discípulo es aquel que siempre está en actitud de aprendizaje, en disposición de imitar al maestro, también se distingue porque le cree al maestro, en este caso nosotros debemos creer a nuestro gran Maestro Jesús que no rehuye la experiencia de entrega libre y voluntaria de su vida, primero entrando en Jerusalén aclamado como rey, pero luego señalado como reo de muerte, así son las contrariedades del pensamiento y del actuar humano, somos ambivalentes, somos de doble faz.
El domingo de Ramos nos introduce de manera particular y especial en la celebración del acontecimiento más grande de nuestra salvación, dándonos a conocer desde el relato de la pasión de Cristo encontramos una serie de personajes con distintas maneras de responder ante los momentos específicos que vive Jesús, hasta aquellos que supuestamente lo conocen llegan hasta negarlo por miedo a las autoridades, en momentos se tiene más temor a las retaliaciones de los hombres y deseos de vivir en las promesas de Dios hechas desde siempre, esto es aspirar a la libertad completa asumiendo los riesgos que implica el asumir la cruz de Cristo.
San Pablo nos muestra claramente quien es Jesús, es un Hombre que sin perder su naturaleza divina, es decir, sin dejar de ser Dios asume toda clase de ultrajes con el único objetivo de cumplir la voluntad de Dios y llevar a la humanidad a la salvación.
Nos dice san Pablo: “Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.” Aquí encontramos un gesto de mucho amor y de extremada misericordia de Dios para con nosotros, de aquí tenemos que aprender de nuestro hermano mayor, cuando nosotros a veces amparados quizás apoyados en un título académico o de pronto en una cuenta bancaria o en el abolengo de una familia, queremos sobresalir y en muchos casos hasta aplastamos a los más pobres o a aquellos que no tienen “apariencia” de ser importantes en la sociedad. Aprender de la humildad de Jesús es aún una tarea pendiente en muchos de los que nos llamamos cristianos.
Hoy con el salmista deberíamos comprometernos con las personas que nos rodean y decir:

“Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.” Sal 21

Hagámonos el propósito de iniciar esta Semana Santa de la mano de Jesús que valerosamente ofreció todo de sí. No escatimemos esfuerzos para que la celebración de la Pascua este año se caracterice por un corazón renovado en el Espíritu de Cristo que con su Pasión, Muerte y Resurrección ha hecho nuevas todas las cosas.

Quiero que tengan una muy buena y santa SEMANA.


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