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V Domingo de Pascua

Mayo 19 de 2019

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Primera Lectura: Hechos de los apóstoles 14,21-27 Salmo responsorial: Sal 145,8-13 Segunda Lectura: Apocalipsis 21,1-5 Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan 13,31-33, 34-35

Reflexión


La evangelización o promoción del evangelio es una labor que no puede tener receso alguno, así es el ejemplo que hemos recibido de los apóstoles desde el principio, ellos no pararon de anunciar la experiencia que ellos habían tenido con Jesús.

La predicación de este camino de perfección cristiana no es misión de unos poco (los Doce), el ministerio es compartido con otros que por su condición de vida han sido escogidos y consagrados para una misión específica: “Designaron presbíteros en cada Iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.” (He 14,23) Miremos que esta designación se hace después de mucha oración, es decir, los apóstoles no hacen cosa nueva, lo que ellos realizan es simplemente lo mismo que ha hecho Jesús.

Nos debemos dar cuenta que la predicación del evangelio no es cosa fácil, implica por el contrario asumir en muchos casos porque se viven persecuciones, se encuentran trabas, etc. que simplemente nos están indicando que hay necesidad de más oración, de más confianza en el Señor, de más convicción en la verdad que se anuncia y que se predica.

Hoy se nos habla de el celo nuevo y de la tierra nueva, es que la pascua es precisamente la inauguración de esa realidad que dios ha querido ofrecernos con su explicita donación de su vida para que nosotros tuviéramos esa vida que no se acaba.

El Padre Dios glorifica a su Hijo, pero nosotros aunque es verdad, no le aportamos nada al crecimiento de Dios con nuestro sí o con nuestro no, la realidad es que nuestra manera de ser ha de ser un signo constante de gratitud como signo del reconocimiento de nuestra parte de la Gloria que sólo a Él le pertenece.

Hoy también nuestro recuerdo se traslada a la tarde del Jueves Santo, en él hicimos mención del mandamiento que es viejo, pero que Jesús por su manera de ser y por su entrega generosa lo hace nuevo, así nos lo deja ver hoy: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros.” (Jn 13,34)¿Pero que hemos encontrado de nuevo en este mandamiento? Lo nuevo de este mandamiento es que Jesús no hace acepción de personas, el se dirige a todos y los mira con amor, además la invitación a ejercer esta clase de amor es que se tenga un amor reciproco, que consiste en copiar de Él amor genuino que no encuentra en ningún otro modo de amar un igual.

En síntesis hoy podemos afirmar lo siguiente: Dios hace nuevas las cosas para que los hombres las podamos disfrutar, lo que implica entonces para nosotros vivir el amor no simplemente como una condición humana, sino como un verdadero valor agregado por parte de Dios, además la esperanza de alcanzar ese cielo nuevo y esa tierra nueva, no puede ser un sentimiento encerrado en cada uno, debe ser expuesto a los demás para que sean muchos los que busquen esta gracia, de allí la importancia de la evangelización que debemos asumir todos como algo que se nos exige por nuestra condición adquirida de cristianos.

Por todo lo que hemos estado celebrando y por el amor que Dios nos tiene podemos unirnos al salmista con una pequeña aclamación que expresa un sentido profundo de gratitud a Dios:

“Bendeciré al Señor eternamente.”
(cf. 1)
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