XV Domingo del Tiempo Ordinario
Julio 14 de 2019
Primera Lectura: Deuteronomio 30, 10-14 Salmo responsorial: Sal 68 Segunda Lectura: Carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 1, 15-20 Santo Evangelio según San Lucas 10, 25-37
Reflexión
Los mandamientos, tan olvidados, tan necesarios.
Desde siempre nos han invitado: "Por favor escuchen", así nos decía la maestra y muchos que nos ayudaron a crecer. Hoy también nos llama el Señor a escuchar su Palabra para que recibamos la orientación necesaria que nos ayude a dar una orientación oportuna a nuestra vida, de tal modo que podamos realizarnos como tal.
Hoy partimos de un presupuesto como católicos: Todo tiene como fundamento a Dios, sin Él todo quedaría a la deriva y no habría espacio para la trascendencia. Dios como afirmamos es el fundamento, no quiso quedarse en la incógnita y por eso se escogió el vientre de María, perfecto, para darse a conocer a los hombres haciéndose hombre como nosotros, sin participar en el pecado original propio de todos los seres humanos creados, a excepción de la Virgen Madre; Desde este punto de vista no habría disculpa válida para un cristiano—católico de omitir el cumplimiento de uno de los mandamientos o para acomodarlo según sus intereses particulares.
En los mandamientos encontramos un mensaje que puede aplicarse sin reato de conciencia a todas las religiones, culturas y razas del mundo. Por qué hago esta afirmación categórica? Simplemente porque los mandamientos están basados en la plataforma del amor y los hombres tenemos por naturaleza la inclinación a amarnos los unos a los otros, y este amor se hace visible en el servicio y en la atención que le prestamos a aquel que está a nuestro lado, a aquel que el evangelio llama PRÓJIMO, o mejor PRÓXIMO, tal cual lo hizo el Samaritano, él no preguntó de quien se trataba, él simplemente vio y se responsabilizó de aquel hombre que había quedado herido y casi muerto a causa de la acción de aquellos bandidos.
Vivir el Primer mandamiento no es solo dirigido a Dios, también está dirigido a los hombres, pero con alguna frecuencia nos encontramos con un despropósito, muchos aman más a los hombres que a Dios, prueba de ello la encontramos en aquellos que entran en depresión por la terminación de una relación sentimental, por la muerte de un ser querido (mamá, papá, esposa, etc.), cómo es posible que se nos destruya la vida por un acontecimiento de estos? Si nuestro amor estuviera anclado verdaderamente en Dios, tendríamos las herramientas necesarias para superar los “reveses según nuestros criterios” de la vida y comprenderíamos que aquello que sucede es simplemente el ritmo de la vida cotidiana.
Hagamos de los mandamientos un estilo de vida propio de un cristiano que aspira a llegar a la presencia de Dios y allí permanecer por la eternidad.
Hoy podríamos invocar al salmista cuando nos dice:
"Mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.”
Sal 68.