XVII Domingo del Tiempo Ordinario
Julio 28 de 2019
Primera Lectura: Génesis 18, 20-32 Salmo responsorial: Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 6-7ab. 7c-8 R. Segunda Lectura: Carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 2, 12-14 Santo Evangelio según San Lucas 11, 1-13
Reflexión
Sodoma es un pueblo que estaba por caminos distintos a los que el Señor había trazado para todos los pueblos; este pueblo se había apartado de los mandamientos de Dios, de ahí que el Señor decidiera eliminarlo.
Sodoma encuentra en Abrahán a un intercesor que conoce la misericordia y la bondad de Dios, cualidades que nos dan un mensaje: una cosa es ser misericordioso, otra cosa es aplicarla en medio de corazones hostiles como el que tenían los sodomitas, no fue posible encontrar el número mínimo para que el Señor mostrara la misericordia que surge desde la fuente inagotable del corazón divino; la misericordia es amor, no es alcahueta. Lo cierto y que no tiene discusión es que siempre estamos llamados a convertirnos, pero si no hay respuesta la nos perdemos esta oferta de parte de Dios.
No podemos olvidar que Dios que nos ha creado por amor se ha llevado la primera decepción porque el hombre (nuestros primeros padres) se apartaron de la indicaciones recibidas y se inclinaron al pecado, pecado que se trasmitió a las generaciones siguientes, es decir, todos fuimos marcados por el pecado original, pero también a todos se nos ha dado la oportunidad de salir de él y quedar limpios por el bautismo. De hecho el bautismo nos ha hecho creaturas nuevas, a propósito nos dice el Catecismo de la Iglesia en el No. 1213: “Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios.” Aquí vemos manifiesta la misericordia de Dios, si bien es cierto que nacemos con el pecado, en cierta mediada no somos culpables a nivel personal de dicho pecado y por eso sin esfuerzo de nuestra parte somos lavados de este pecado por el agua bautismal y hemos sido regenerados en Cristo, pues en este sentido nos habla el apóstol Pablo: “Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo." 2Cor 5,17.
La misericordia de Dios es gratuita, pero no se le impone al hombre, ella tiene como condición para ser otorgada la aceptación libre del hombre, por eso es que no se encontró en Sodoma el número de justos. En consecuencia con todo lo que hemos dicho arriba nos encontramos con estas recomendaciones del Señor:
“Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará,
buscad y hallaréis,
llamad y se os abrirá;
porque quien pide, recibe,
quien busca, halla,
y al que llama se le abre.” Lc 11,9-10
Lo que se busca, lo que se pide, la puerta que se toca, no será para cosa distinta que para implorar la misericordia de Dios, claro está con el compromiso de trabajar insistentemente por vivir apartados del pecado o por lo menos hacer el esfuerzo de conservar la gracias que gratuitamente hemos recibido, no solo el día del bautismo sino también cuando por nuestra libertad y queriendo restablecer la amistad con Dios nos acercamos al sacramento de la Penitencia y más aún a la Eucaristía.
Como conclusión podemos pensar que mientras tengamos el corazón limpio podríamos convertirnos en intercesores unos de otros.
Cuando se experimenta el amor, la bondad, la fidelidad y la misericordia de Dios entonces nos podemos unir al profeta a decir: :
"Daré gracias a tu nombre,
por tu misericordia y tu lealtad”
Sal 137, 2a