XX Domingo del Tiempo Ordinario
- Pbro. Mauricio Molina - Párroco
- 18 ago 2019
- 2 Min. de lectura
Agosto 18 de 2019
Primera Lectura: Jeremías 38,4-6.8-10 Salmo responsorial: Sal 39,2.3;4.18 Segunda Lectura: Carta a los Hebreos 12,1-4 Santo Evangelio según San Lucas 12,49-53
Reflexión
LOS PENSAMIENTOS DEL SEÑOR
Definitivamente los pensamientos y los planes del Señor son muy distintos a los que tienen los hombres. En el caso de Jeremías los hombres quieren su muerte, le piden al rey su muerte y éste accede, pero el Señor dispone de uno que intercede (Ebedmélec), lo que hace que el rey cambie de actitud y por tanto el profeta es liberado. Mientras el hombre piensa en paz, el Señor piensa en fuego, claro que el fuego y la guerra que Él quiere implantar es distinta también al fuego y a la guerra que hacen los hombres y se vive en el mundo.
La palabras de Jesús en el evangelio nos parecen duras y hasta incomprensibles, ¿cómo que ha venido a prender fuego, a hacer división?, ¿dónde se queda entonces aquella paz que el quiere transmitir en aquellos momentos post-pascuales, cuando Él se presenta a los apóstoles y en su saludo lleva la paz?. Esto se entiende desde un contexto de compromiso con la evangelización y la catequesis de la que la Iglesia debe liberar en el mundo.
Lo que vemos en el Evangelio es un reclamo que está implícito en la sentencia del Señor, Él advierte sobre la división al interno de la familia, es que mientras no se hable de Dios, de religión o de iglesia en la casa todo marcha bien, se hace necesario que se hable de Dios, no quiero decir con esto que se buque la “guerra”, pero si que se hable de la fe, del Cielo, de la moral regida por la Sagrada Escritura, etc. Hace falta que nos comprometamos más con la evangelización, y ahora cuando nos preparamos para el mes misionero extraordinario en Octubre, deberíamos tomar conciencia que todos por el hecho de ser bautizados también somos discípulos-misioneros y por lo tanto enviados.
La única forma o manera que tenemos para asumir con eficacia nuestra tarea misional es mirar a Jesús que no esquivó ni la cruz ni la sangre para dejar en alto el encargo recibido del Padre.
Otra disposición interior en nosotros es descubrirnos o sentirnos pobres ante Dios, pero sabiendo que en Él lo alcanzamos todo, que en Él somos liberados y alcanzamos la verdadera paz, porque no podemos olvidar que el mismo Señor nos ha dio que la paz que Él da es distinta a la que da el mundo.
Hoy también nos unimos al salmista para reconocer:
“Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor se cuida de mí.”
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