XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Noviembre 17 de 2019
Primera Lectura: Libro de Profeta Malaquías 4, 1-2a Salmo responsorial: Sal 97, 5-6 7-8. 9 Segunda Lectura: Segunda carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 3, 7-12 Santo Evangelio según San Lucas 21, 5-19
Reflexión
VIVIMOS EN EXPECTATIVA
Todos nosotros algún día o quizás con alguna frecuencia nos preguntamos acerca del final de nuestra existencia aquí en la tierra, también nuestra inquietud está puesta en aquello que hay más allá de lo que nuestros sentidos desde el orden natural pueden ver.
Con lo anterior hoy la Palabra de Dios nos quiere disponer a estar siempre atentos y vivir en un proceso constante de conversión, acompañado tal proceso de una atenta disposición a vencer las tentaciones y a rechazar los falsos profetas, que en muchos casos infunden miedo y hacen que las personas adopten comportamientos que desdicen de la verdadera vida cristiana. La vida del cristiano se caracteriza fundamentalmente por mantener viva la esperanza en el Señor Jesús que nos revela al Padre y nos hace participes de su Santo Espíritu.
San Pablo nos invita a no ser carga para nadie, cada uno de nosotros tiene que procurar sus propios medios para resolver sus necesidades, esto quiere decir que no nos podemos convertir en parásitos, además nos está advirtiendo que el ocio cuando este es prolongado se convierte en el ambiente propicio para la pereza o para la pérdida de tiempo, que fácilmente y a lo mejor nos llevan a despreciar la propia vida y a hacer comentarios que destruyen la vida de los demás (la fama, la honra, etc.).
La mejor manera de prepararnos para los momentos escatológicos es tener siempre nuestra atención puesta en el Señor; que nos preocupemos siempre de hacer el bien, de vivir radicalmente el mandamiento del amor, recordemos lo que nos dice el santo “Ama y haz lo que quieras”. Creo que este es el mejor camino, donde no tendremos pérdida, pues el amor nos ofrece el don de la pobreza, de la humildad, del desapego, de la confianza en Dios, de ir como decía el padre Carlos Alberto Calderón: “Ir ligeros de equipaje”.
Cuando vamos entendiendo que significa el encuentro con el Señor que es un Dios Trinitario, la muerte ya se va convirtiendo en hermana nuestra (cf san Francisco de Asís).
En definitiva no nos podemos llenar de miedos, al contrario es una oportunidad clara para ampararnos en la compañía de Dios, sabiendo que Él no nos abandona y por lo tanto no nos deja solos.
Se trata de unirnos a toda la creación y con ella alabar y bendecir al Señor por siempre, se trata de no hacer “palabra de Dios” lo que en realidad no lo es, nos podemos encontrar con muchos charlatanes e incluso enemigos de la Iglesia que nos quieren llevar a la duda y a separarnos de Dios.
Cantemos pues con el salmista:
“Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan,
aplaudan los ríos, aclamen los montes,
al Señor que llega para regir la tierra”
Sal 97,6-9