Domingo 34 del Tiempo ordinario - Solemnidad Jesucristo Rey del Universo
Noviembre 24 de 2019
Primera Lectura: Segundo libro de Samuel 5,1-3 Salmo responsorial: Sal 121,1-2.4- Segunda Lectura: Carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1,12-20 Santo Evangelio según San Lucas 23,35-43
Reflexión
ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS
En la frase que sigue, tomada de la carta de san Pablo a los colosenses, creo está la clave para entender la palabra de hoy, que a propósito cierra - hablando desde los domingos - el Año Litúrgico: “Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.” Es verdad, David es reconocido como el más grande rey de Israel, pues de él viene siendo el origen de la descendencias de la cual viene Jesús, podemos constatarlo en varios pasajes de la Escritura, y así lo muestra claramente Mateo en el texto llamado la genealogía de Jesús. Sin duda David es grande, pero en él encontramos algunas infidelidades o situaciones de pecado, sin embargo hace parte del árbol genealógico de Jesús, quien en verdad es el Rey de Israel y del universo. En Jesús nadie encontró delito alguno, ni desobediencia, ni injusticia, por eso es el REY del universo.
El rey David hace alianza con las tribus de Israel, pero son alianzas que se rompen incluso por la misma condición humana del rey, pero en Jesús encontramos que Él se convierte en el artífice de la última y definitiva alianza y no solo a nivel “local” (Israel) sino universal.
En el texto que hoy nos presenta la liturgia en la carta a los colosenses, podemos saber quién es el verdadero rey. Es la verdadera expresión del Padre, quien ha desplegado toda su riqueza para concentrarla en Cristo y Él a su vez nos la trasmite no solo con su enseñanza y testimonio sino con su entrega total en la cruz por cada uno y por todos.
Todo lo ha puesto el Padre Dios bajo el Dominio de su Hijo Único, lo que no ha sucedido con ningún rey de Israel e incluso ni con el mismo David, del cual hoy se conserva su sepultura. Cristo no está muerto, ha resucitado y su sepulcro está vacío.
La grandeza de Jesús es que no necesitaba salvarse a sí mismo, es Dios, es la perfección PERFECTA que no necesita redención, y es precisamente desde esa realidad real de Jesús que como nos lo recuerda el mismo apóstol Pablo: “El siendo de condición divina asumió nuestra naturaleza humana y pasó como uno de tantos” (cf Fil 2,6-8), pero no solo pasó como uno de tantos, sino que también asumió la muerte y ella desde la cruz para que todos tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia.
La fiesta de Cristo Rey del Universo nos tiene que colmar de gratitud, de alegría porque este reinado es el único que nada ni nadie lo podrá derrumbar, caerán todos los reinados, pero el de Jesucristo no caerá Jamás.
Pongámonos en marcha y digamos con el salmista:
“Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén”
Sal 121